martes, 21 de agosto de 2007

Fiestas de Septiembre


La verdad el post de ayer estuvo bastante mal escrito, pero bueno, es cosa de agarrar práctica otra vez. Espero. La foto es de un don bien chingón.

Gregorio salía de la editorial con una mirada relajada. Acababa de dejar su trabajo más reciente y ahora esperaba el alto para poder cruzar Miguel Ángel. Aún el texto más corregido y preparado nunca le parecía terminado hasta que dejaba sus manos y alguien lo preparaba para la imprenta. Había sido un texto complicado, que le dio buena pelea, pero que finalmente cedió bajo su pluma. Gregorio escribía todos sus texto con pluma, y lo hacia para poder presumirlo como una cualidad de su genio. Vestido de saco y con sombrero, cruzó la calle con un aire de victoria y sin prestarle atención al entorno que lo rodeaba, ya que no lo merecía. Con su pluma siempre escribía sobre cosas que conocía bien. Pero ésta vez fue diferente, ésta vez escribió sobre temas que no conocía, experiencias no vividas. Escribió sobre una corrida de toros a través de las diminutas calles que se esconden en Coyoacán. La idea le vino cuando vio una serie de fotos de una corrida de toros española. Quedó fascinado por los mounstrosos animales,`por la forma en que la luz quedaba atrapada en la penumbra de su piel y los cuernos que se disparaban al cielo con todo el esplendor de Minos. Se imaginaba a los toros avanzando por las calles que daban a su casa, chocando contra paredes y coches, como una avalancha de carbón. El personaje era como él; un hombre maduro que ignoraba de tales festejos e inesperadamente se topó con una fuerza de la naturaleza que se había suelto ante la ciudad. El trama básico le había llegado como una revelación al mirar las fotos. Después de cruzar la calle y entrar a Alberto Zamora el personaje no le prestaría atención a toda la gente que con prisa caminaba en la dirección opuesta a él y los hubiera continuado ignorando a no ser porque un joven con sudor y polvo en la cara lo tomó del brazo.
-¿Hacia dónde va?- le preguntó mientras respiraba profundamente
-Hacia mi casa, claro-respondería el personaje
-¿Pero que no sabe que vienen los toros?
-¿Cuáles toros?-preguntaría el iluso personaje
Gregorio había disfrutado mucho viendo la cara de sorpresa que ponía el joven al escuchar la respuesta de su personaje. El pobre joven le trataría de explicar al personaje que habían soltado toros para las fiestas y que se dirigían hacia ellos, pero el personaje sólo respondería ‘¿Y quién los soltó?’. El joven se iría confundido. Gregorio consideraba sus textos como obras serias con instantes de comedia.
Después de unos pasos giró hacia Espíritu Santo y recordó el día en que decidió ser escritor. En clase de español le dejaron como tarea escribir un cuento. Lo hizo sobre un caballero y un dragón. Recordó cómo, mientras leía, sus compañeros tenían la mirada fija en él. Cómo la maestra le pidió a todos que pusieran atención y que le aplaudieran al final. Recordaba los nervios que tuvo al leer. Sintió cómo el suelo temblaba bajo sus pies. Desde ese día trabajaría día y noche para poder perfeccionar el arte de la prosa, de contar historias. Mandaba todo cuento que escribía a revistas y concursos, esperando que alguien le publicara.
Estaba orgulloso de su último cuento, aunque sabía que había sido injusto con su personaje. Lo había distraído a propósito. Al final el personaje doblaría la última esquina de su recorrido y se encontraría con los toros. Gregorio los vio y pensó que bajo el sol lo que impactaba de los animales eran los ojos, que tenían un tono de obscuridad, diferente al del pelaje, que le pertenecía a la noche. Mientras los toros se movían hacia Gregorio le pareció una lástima que en las fotos los ojos pasaran desapercibidos.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

uy yo lo leí del librito a puño y letra del autor (cosa medio complicada) jajaja muy bueno

Manolo dijo...

si si, muy bueno, aunque cuando tienes un toro enfrente lo útlimo que ves son sus ojos, creeme, yo se lo que te digo

Anónimo dijo...

Creo que estar en una hitoria, pendiendo de hilos que maneja el autor a su antojo, es igual que estar cojo frente a una estampida de animales con cuernos... jajaja ¡con cuernos! ah! pero son esos los que lastiman, los que exponen tu líquido rojo una vez que te perforan... una vez que el autor ha decidido tu muerte escribiendo con una pluma de tinta roja.

Soy AZA
Hombe!! Tio! Qué he olvidado mi contraseña!

Sebastián GG dijo...

dos cosas me parecieron grandiosas de tu texto, la descripcion de los toros que logra ser poetica y original, y la idea de incluir el texto dentro de un texto, que ademas habla sobre la profesion de escritor,magnifico!

 
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