domingo, 31 de agosto de 2008

La alegría de Alonso Quijano

Después de lo que supongo fue un post algo emotivo o patético de la mañana presento este que me parece es algo más alegre o por lo menos liviano y menos personal. No tengo lo habilidad de desarrollar un buen ensayo sobre la relación de la literatura y el hombre pero sí puedo asegurar que me sentí contagiado por la prodigiosa enfermedad que sufre el Quijote. No sé si sea una actitud escapista, un deseo de evadir la realidad, pero lo quiero pensar más como una postura ante un entorno plagado por la violencia:

Capítulo XXXI. De los sabrosos razonamientos que pasaron entre don Quijote
y Sancho Panza, su escudero, con otros sucesos

-Todo eso no me descontenta; prosigue adelante -dijo don Quijote-.
Llegaste, ¿y qué hacía aquella reina de la hermosura? A buen seguro que la
hallaste ensartando perlas, o bordando alguna empresa con oro de cañutillo
para este su cautivo caballero.
-No la hallé -respondió Sancho- sino ahechando dos hanegas de trigo en un
corral de su casa.
-Pues haz cuenta -dijo don Quijote- que los granos de aquel trigo eran
granos de perlas, tocados de sus manos. Y si miraste, amigo, el trigo ¿era
candeal, o trechel?
-No era sino rubión -respondió Sancho.
-Pues yo te aseguro -dijo don Quijote- que, ahechado por sus manos, hizo
pan candeal, sin duda alguna. Pero pasa adelante: cuando le diste mi carta,
¿besóla? ¿Púsosela sobre la cabeza? ¿Hizo alguna ceremonia digna de tal
carta, o qué hizo?
-Cuando yo se la iba a dar -respondió Sancho-, ella estaba en la fuga del
meneo de una buena parte de trigo que tenía en la criba, y díjome: ''Poned,
amigo, esa carta sobre aquel costal, que no la puedo leer hasta que acabe
de acribar todo lo que aquí está''.
-¡Discreta señora! -dijo don Quijote-. Eso debió de ser por leerla despacio
y recrearse con ella. Adelante, Sancho: y, en tanto que estaba en su
menester, ¿qué coloquios pasó contigo? ¿Qué te preguntó de mí? Y tú, ¿qué
le respondiste? Acaba, cuéntamelo todo; no se te quede en el tintero una
mínima.
-Ella no me preguntó nada -dijo Sancho-, mas yo le dije de la manera que
vuestra merced, por su servicio, quedaba haciendo penitencia, desnudo de la
cintura arriba, metido entre estas sierras como si fuera salvaje, durmiendo
en el suelo, sin comer pan a manteles ni sin peinarse la barba, llorando y
maldiciendo su fortuna.
-En decir que maldecía mi fortuna dijiste mal -dijo don Quijote-, porque
antes la bendigo y bendeciré todos los días de mi vida, por haberme hecho
digno de merecer amar tan alta señora como Dulcinea del Toboso.
-Tan alta es -respondió Sancho-, que a buena fe que me lleva a mí más de un
coto.
-Pues, ¿cómo, Sancho? -dijo don Quijote-. ¿Haste medido tú con ella?
-Medíme en esta manera -respondió Sancho-: que, llegándole a ayudar a poner
un costal de trigo sobre un jumento, llegamos tan juntos que eché de ver
que me llevaba más de un gran palmo.
-Pues ¡es verdad -replicó don Quijote- que no acompaña esa grandeza y la
adorna con mil millones y gracias del alma! Pero no me negarás, Sancho, una
cosa: cuando llegaste junto a ella, ¿no sentiste un olor sabeo, una
fragancia aromática, y un no sé qué de bueno, que yo no acierto a dalle
nombre? Digo, ¿un tuho o tufo como si estuvieras en la tienda de algún
curioso guantero?
-Lo que sé decir -dijo Sancho- es que sentí un olorcillo algo hombruno; y
debía de ser que ella, con el mucho ejercicio, estaba sudada y algo
correosa.
-No sería eso -respondió don Quijote-, sino que tú debías de estar
romadizado, o te debiste de oler a ti mismo; porque yo sé bien a lo que
huele aquella rosa entre espinas, aquel lirio del campo, aquel ámbar
desleído.
-Todo puede ser -respondió Sancho-, que muchas veces sale de mí aquel olor
que entonces me pareció que salía de su merced de la señora Dulcinea; pero
no hay de qué maravillarse, que un diablo parece a otro.
-Y bien -prosiguió don Quijote-, he aquí que acabó de limpiar su trigo y de
enviallo al molino. ¿Qué hizo cuando leyó la carta?
-La carta -dijo Sancho- no la leyó, porque dijo que no sabía leer ni
escribir; antes, la rasgó y la hizo menudas piezas, diciendo que no la
quería dar a leer a nadie, porque no se supiesen en el lugar sus secretos,
y que bastaba lo que yo le había dicho de palabra acerca del amor que
vuestra merced le tenía y de la penitencia extraordinaria que por su causa
quedaba haciendo. Y, finalmente, me dijo que dijese a vuestra merced que le
besaba las manos, y que allí quedaba con más deseo de verle que de
escribirle; y que, así, le suplicaba y mandaba que, vista la presente,
saliese de aquellos matorrales y se dejase de hacer disparates, y se
pusiese luego luego en camino del Toboso, si otra cosa de más importancia
no le sucediese, porque tenía gran deseo de ver a vuestra merced. Rióse
mucho cuando le dije como se llamaba vuestra merced el Caballero de la
Triste Figura. Preguntéle si había ido allá el vizcaíno de marras; díjome
que sí, y que era un hombre muy de bien. También le pregunté por los
galeotes, mas díjome que no había visto hasta entonces alguno.
-Todo va bien hasta ahora -dijo don Quijote-. Pero dime: ¿qué joya fue la
que te dio, al despedirte, por las nuevas que de mí le llevaste? Porque es
usada y antigua costumbre entre los caballeros y damas andantes dar a los
escuderos, doncellas o enanos que les llevan nuevas, de sus damas a ellos,
a ellas de sus andantes, alguna rica joya en albricias, en agradecimiento
de su recado.
-Bien puede eso ser así, y yo la tengo por buena usanza; pero eso debió de
ser en los tiempos pasados, que ahora sólo se debe de acostumbrar a dar un
pedazo de pan y queso, que esto fue lo que me dio mi señora Dulcinea, por
las bardas de un corral, cuando della me despedí; y aun, por más señas, era
el queso ovejuno.
-Es liberal en estremo -dijo don Quijote-, y si no te dio joya de oro, sin
duda debió de ser porque no la tendría allí a la mano para dártela; pero
buenas son mangas después de Pascua: yo la veré, y se satisfará todo.


'Todo va bien hasta ahora' - una vez más, no sé si está postura positiva sea algo novicio para el ser humano, una locura de ojos cerrados, o una actitud que debemos tener para vivir.
Vaya si es Domingo. Hace unos años los domingos siempre venían acompañados de un periodo de desasosiego y no podía hacer otra cosa más que aguantarlo y esperar que pase. Hoy me despierto de forma similar, casi desorientado, casi perdido. Tal vez no dormí bien o tengo que desayunar, mas todo me pesa. Lo curioso es que acuda a mi blog para comenzar el día, publicar sobre esto que (espero) cuando se me pase podré verlo con algo de distancia. Similar a un diario, aunque es clara la diferencia entre un blog y un diario. La necesidad de compartir, de estar en contacto con otras personas, otras voces. Curioso. Pero, bueno, voy a tratar de comenzar el día. Abrazo.

martes, 26 de agosto de 2008

tardy

Quiero pensar que la razón principal por la cuál he estado lento con eso de escribir posts es porque todavía sigo agarrándole la onda a la escuela: profesores nuevos, clases nuevas, mi ñoño interior no me dejará en paz hasta que tenga todo bien medido. Para evitar dar la imagen de blog descuidado (o por lo menos disimular no serlo) les pongo este video de Kanye West, que recomiendo aunque no les guste el rap (tsss) ya que lo dirigió Murakami, un japonés que hace estatuas de hongos coloridos de 4 metros. También un saludo a mi tía que me ayudó a conseguir un libro que parecía ser inexistente y tengo que leer para apaciguar al ya mencionado ñoño interior.

sábado, 23 de agosto de 2008

Para un profesor, que admiro, y volteó mi mirada hacia Cavafy

El que lee el poema es Sean Connery. Bonito. Chingón.


martes, 19 de agosto de 2008

compartir con ustedes una hermosa canción

-sé que sonó pretencioso, pero escuchen-

domingo, 17 de agosto de 2008

SUFICIENTE


DÉPART

Assez vu. La vision s'est recontrée à tous les airs.

Assez eu. Rumeurs des villes, le soir, et au soleil, et toujours.

Assez connu. Les arrêts de la vie. -Ô Rumeurs et Visions!

Départ dans l'affection et le bruit neufs!

viernes, 15 de agosto de 2008

Las lágrimas de Puccini

La canción más emblemática de Madam Butterfly (o la que más aparece en compilaciones de Opera) es Un Bel Dí y me parece que no es necesario ser un experto en italiano o conocer el contexto del aria. Podemos adivinar el título ‘Un Bello Día’ y ciertas cosas como ‘espero y espero’ que canta una mujer, la única voz. Mas quedémonos en el título y con la música. Comienza la música y comienza un nuevo día que la cantante define como bello pero la forma en que se canta nos hace pensar lo contrario. A través de la canción explica por qué es un día bello, pero cada vez que se llega a la parte hermosa de la canción, la afirmación del bello día, siento lo contrario; más que una celebración parece un grito de desesperación, grita para convencerse de que vive un día hermoso, un día que si algo tiene es una sobrecarga de esperanza, deseo de que la melancolía con la que canta llegue a su fin. El final del aria es eso, la dramática contradicción, el deseo de que sea un bello día. La otra canción que quiero mencionar es de Turandot. De esta obra la aria ‘Nessun Dorma’ es sin duda la emblemática, talvez de toda la obra de Puccini, pero es una que para mí canta esperanza, amor y fuerza (‘Al alba venceré’). Aquí quiero hablar sobre Non Piagiere, Liú, que me parece también es una aria cantada por varias voces, o creo que más bien es una serie de arias que canta cada personaje y al final se juntan. El título de por sí ya es bastante triste, una clemencia: No llores, Liú. En este caso sí voy a describir la escena porque es algo verdaderamente hermoso: Liú le pide al príncipe, a quien ama, que no arriesge la vida por conseguir el amor de Turandot y el principe le pide que no llore, Liú abraza a un hombre ciego, el papá del principe, que también le pide a su hijo que no se condene; la música avanza y con ella el príncipe que se acerca al palacio (o a Turandot, depende del director) para gritar su nombre tres veces y tocar el gong; los tres ministros de Turandot le piden que lo piense ‘Oh, por última vez’ mas el príncipe continua, enamorado, encantado; ‘la vida es cosa bella’ le explican, al final todas las voces se unen: Liú, el padre, tres ministros que ven otro príncipe perderse y ríen, el sonido del gong, ¡Turandot!, ¡Muerte! Es una tragedia: ahora el héroe no escapa su destino, lo afronta. Como con Madame Butterfly, el aria comienza con la voz del principie acompañada de pocos instrumentos, las demás voces entran, el resto de la orquesta también hasta que al final todo se une con fuerza. Me parece más triste que ‘Un Bel Di’ ya que aquí se expresan tantos dolores. Liú, que un amor solitario hacía el príncipe y debe verlo como asegura su muerte; el padre, un pordiosero ciego, un rey en exilio, que debe escuchar el dolor de su hijo; y el príncipe enamorado, que grita tres veces el nombre de la reina, su amor, y toca tres veces el gong: las primeras dos se escucha claro, la tercera suena con toda la orquesta, seguido por todas las voces, aunque cantando al mismo tiempo no en coro, sino separadas, con su propio dolor.



-Los invito a una plática que daré junto con dos compañeros sobre la literatura y el café (es la feria del café) el Sábado a las seis de la tarde en la casa de la cultura de Coyoacán, enfrente de la iglesia de Santa Catarina.-

martes, 12 de agosto de 2008

El buen humor de Alonso Quijano

Decir que recuerdo poco del cuando leí el Quijote en la escuela sería exagerar; ni siquiera recuerdo si lo leí completo. Que pena. Por suerte todo en la vida (bueno, casi todo) se puede arreglar. En Cambridge decidí que para contrarestar el exceso de inglés leería, tan pronto llegar a México, la obra maestra de nuestra lengua. Como todos mis planes, cambió un poco al entrar en práctica ya que al tocar suelo nacional estaba leyendo a Naipaul. Ahora ya llevo un rato con la novela de Cervantes y qué más podría decir aparte de que me está encantando. Una de las cualidades de este libro que más disfruto es el gran sentido del humor. Así como escenas trágicas, pasajes cómicos aparecen en cada capítulo y en este post quiero compartir uno de mis favoritos (cosa tan hermosa cuando la literatura te provoca una reacción física como la risa):


En esto, parece ser, o que el frío de la mañana, que ya venía, o que Sancho
hubiese cenado algunas cosas lenitivas, o que fuese cosa natural -que es lo
que más se debe creer-, a él le vino en voluntad y deseo de hacer lo que
otro no pudiera hacer por él; mas era tanto el miedo que había entrado en
su corazón, que no osaba apartarse un negro de uña de su amo. Pues pensar
de no hacer lo que tenía gana, tampoco era posible; y así, lo que hizo, por
bien de paz, fue soltar la mano derecha, que tenía asida al arzón trasero,
con la cual, bonitamente y sin rumor alguno, se soltó la lazada corrediza
con que los calzones se sostenían, sin ayuda de otra alguna, y, en
quitándosela, dieron luego abajo y se le quedaron como grillos. Tras esto,
alzó la camisa lo mejor que pudo y echó al aire entrambas posaderas, que no
eran muy pequeñas. Hecho esto -que él pensó que era lo más que tenía que
hacer para salir de aquel terrible aprieto y angustia-, le sobrevino otra
mayor, que fue que le pareció que no podía mudarse sin hacer estrépito y
ruido, y comenzó a apretar los dientes y a encoger los hombros, recogiendo
en sí el aliento todo cuanto podía; pero, con todas estas diligencias, fue
tan desdichado que, al cabo al cabo, vino a hacer un poco de ruido, bien
diferente de aquel que a él le ponía tanto miedo. Oyólo don Quijote y dijo:
-¿Qué rumor es ése, Sancho?
-No sé, señor -respondió él-. Alguna cosa nueva debe de ser, que las
aventuras y desventuras nunca comienzan por poco.
Tornó otra vez a probar ventura, y sucedióle tan bien que, sin más ruido ni
alboroto que el pasado, se halló libre de la carga que tanta pesadumbre le
había dado. Mas, como don Quijote tenía el sentido del olfato tan vivo como
el de los oídos, y Sancho estaba tan junto y cosido con él que casi por
línea recta subían los vapores hacia arriba, no se pudo escusar de que
algunos no llegasen a sus narices; y, apenas hubieron llegado, cuando él
fue al socorro, apretándolas entre los dos dedos; y, con tono algo gangoso,
dijo:
-Paréceme, Sancho, que tienes mucho miedo.
-Sí tengo -respondió Sancho-; mas, ¿en qué lo echa de ver vuestra merced
ahora más que nunca?
-En que ahora más que nunca hueles, y no a ámbar -respondió don Quijote.
-Bien podrá ser -dijo Sancho-, mas yo no tengo la culpa, sino vuestra
merced, que me trae a deshoras y por estos no acostumbrados pasos.
-Retírate tres o cuatro allá, amigo -dijo don Quijote (todo esto sin
quitarse los dedos de las narices)-, y desde aquí adelante ten más cuenta
con tu persona y con lo que debes a la mía; que la mucha conversación que
tengo contigo ha engendrado este menosprecio.
-Apostaré -replicó Sancho- que piensa vuestra merced que yo he hecho de mi
persona alguna cosa que no deba.
-Peor es meneallo, amigo Sancho -respondió don Quijote.



-Paréceme, Sancho, que tienes mucho miedo. Hahahaha, buenísimo. Me pregunto si de este pasaje salió la expresión de 'cagarse de miedo'.

miércoles, 6 de agosto de 2008

Recordando la bomba.

"Dr Shigeto takes me to visit some of the patients. One is an old man with rough, dry, darkened skin, peeling in flakes that resemble shreds of twisted paper. He lies limply and greets the doctor in a hoarse voice. He seems annoyed because he tried to smile easily but could not do so. When, suddenly, I think that this old man might have tried to wave to yesterday’s peace marchers, it wrenches my heart. The doctor himself has been filled with bitter grief at parting patients more seriously ill than this old man - old people with cancer or leukaemia, for example, who could do nothing but despair. Even so, such elderly patients must have waved to the peace marchers yesterday. Even so, such elderly patients must have waved to the peace marchers yesterday. If so, how could the marchers have avoided feeling that they were taking advantage of such old people? At the corner of the corridor stands an old woman who, surprised and breathing heavily, greets a doctor with sobbing. She is weeping for joy, for she just walked ten meters for the first time since entering the hospital. ‘Oh, sir, I’m so happy!’ She speaks brokenly, through tears. I shall never forget Dr Shigeto’s gloomy but gentle look, his eyes like an ox’s, upon hearing her greeting. If leukaemia attacks, a patient may live six months or a year. Medical therapy can give temporary respite, but not for long. When the leukocytes increase, it is fatal. The doctor questions present uses of chemotherapy for the unsolved riddle of leukaemia; for, though the leukocyte increase can be arrested, it eventually returns to a fatal rate. The deep sorrow and anxiety in Dr Shigeto’s eyes as he chats with leukaemia patients is unforgettable. The doctor himself is an A-bomb victim; he, too, witnessed that hell. He is a typical Hiroshima man who keeps up the fight against the A-bomb after-effects that even now remain deep in the human bodies."

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"The ‘Testimonies of Hiroshima’ also tell about a most defiant man, quite different from the old man who drowned himself by jumping off the ferry boat and from the mad old man who talked incessantly to his dead grandson. This defiant man tries to commit ritual suicide by disembowelling himself in front of the Memorial Cenotaph - not from despair but from the thought that ‘if I, who am old and disabled, sacrifice myself, then the sensation may help to prevent nuclear testing.’ But the small knife, which he had gone to the trouble of obtaining, would not cut through the skin of his abdomen. The old man exclaimed, ‘I don’t want to live a life of shame,’ and tried to slit his throat. But, again, he was unable to end his life, For he was already too weakened by an A-bomb disease caused by residual radiation. H had an unusual keen sense of shame and, while lying abed in the A-bomb hospital, repeated over and over that he had exposed himself to ridicule. In was in the gloomy September of 1961, when Krushchev had announced the resumption of nuclear testing and the Japan Council against Atomic and Hydrogen Bombs had lacked the courage to protest Kruschev¡s statement, that the old man had made up his mind to kill himself. People whom I met in Hiroshima this summer had no recent information on this stubborn and solitary old man who was never interested in talking to other patients on his ward. That is, no one knew whether he was even alive, or whether he is still burdened with a sense of humiliation for having ‘exposed himself to ridicule’, and with pent-up anger at the resumption of nuclear testing. The only clear information is that the nine letters of protest which the old man had prepared at the time of his suicide attempt have been ignored by the Soviet and American embassies and all other places to which he sent them."

Kenzamburo Oe; Hiroshima Notes; pag. 48-49; 90-91. (Este libro se basa en las notas y reportajes de Oe durante dos años que paso en Hiroshima veinte años después de que la bomba nuclear estalló cien metros sobre el centro de la ciudad.)


(La primera foto la tomé cuando estuve en Hiroshima, es de un edificio que sufrió la explosión y no fué demolido para dejar prueba y recuerdo de los hechos. La segunda se supone que fué tomada desde el Little Boy -avión que soltó la bomba- poco después de la detonación.)
 
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