lunes, 12 de julio de 2010

Avellaneda (y un video de Ronaldo)

Debería apuntar mis planes. Según yo tenpia como tres temas para este post, ahora sólo recuerdo uno. A ver si ahorita los recuerdo.
Mi horario es Cortazariano. ¿Cómo lo sé? Pues hace un par de días terminé de leer una compilación de cuentos de Felisberto Hernández (buen momento para mencionar que nunca había leído algo de él y pues me arrepientó de no haberlo leído antes pero nadie me lo había recomendado antes y no es tan fácil encontrar sus ediciónes) y dejé para el final de mi lectura el prólogo, que es una carta de Julio Cortázar a Felisberto Hernández (no sé si Cortázar la escribió sabiendo que algún día sería publicada) y en ella habla sobre la hora que es mientras escribe la carta, lo cual nos dice unas cuantas cosas: primero, que tardó más de dos horas en escribirla (son siete páginas del libro; imposible saber si trabajo de corrido durante ese par de horas o si iba y regresaba a su máquina de escribir) y la segunda es que Cortázar se dormía alrededor de las dos de la mañana. Iba a decir que también se despertaba a la once, pero la carta no menciona nada sobre la hora en que comenzaba su día; lo que pasa es que yo me despierto a esa hora y por lo tanto supuse que a esa hora se despierta toda persona que se acuesta a las dos de la mañana. Tal vez Cortázar no necesitaba dormir nueve horas. Quién sabe. El punto es que ya no me preocupa mi horario de vacaciones por lo que leí.
In other news, creo que ya encontré un nuevo café en el cual puedo leer a gusto. Estoy seguro. Tres elementos me dicen que es el lugar que busco: Tienen una banca de madera con vista a la calle, la calle no es muy transitada y hay poco ruido (para el DF) y el dueño es lector; esto último es una ventaja enorme ya que él se encarga de que las condiciones de su café sean las apropiadas para que él pueda leer cuando no hay clientes que atender (está leyendo Los Años con Laura Díaz de Carlos Fuentes), es decir que de noche hay buena luz y que la música siempre es de la que uno disfruta oir pero no te impide concentrarte en una página. Hasta me cuidan. Hoy, cuando llegué, había un par de tipos que entran en la categoría de no-vivimos-en-Coyoacán-pero-nos-la-vivimos-aquí-porque-somos-bohemios. Eran hermanos. El menor era el filósofo/literato/humanista y el mayor era el músico/trobador. El menor tenía una voz que me inspiraba desconfianza, una actitud de 'Yo soy humilde, amo la sabiduría y con gusto comparto mis conocimientos contigo, porque muy en el fondo, sé que soy mejor que tú.' y en algún momento dijo “¿Sabes a qué se dedica uno de los hijos de Vasconcelos? Tiene un antrillo gay” Tal vez dijo nietos, no recuerdo bien, pero sí recuerdo que lo dijo con un tono de indignación, como si a fuerzas el descendiente de Vasconcelos tenpia que ser un intelectual (como él) y no alguien que promueve la practica de mariconerías. El otro no pudo resistir sacar su guitarra y, aunque no era la gran cosa, no tocaba tan mal y hacía que su hermano se quedara callado; el problema fue cuando comenzó a cantar y luego su hermano cantó, ambos con voz de 'Sí, Dios también me dio este talento.' En fin, no quiero que me acusen de trollear. Sí, me cayeron mal desde el principio. Para demostrar que no exagero, y la razón por la cual todo mi rollo tiene que ver con el descubrimiento del nuevo café, es que cuando pagué y me fui, el dueño se despidió de mí y se disculpó de que los tipos se hayan puesto a cantar mientras leía, yo le dije que no había problema, que estaba acostumbrado, pero se volvió a disculpar, agregó que uno busca cafés para poder leer con tranquilidad y cerró diciendo “Ademas, no cantaban bien.” Sí, creo que ya encontré mi café. Una cosa más, hoy noté que hay una foto de Mario Benedetti en el interior del café, lo cual me hace suponer que el nombre del local lo tomaron del nombre de un personaje de La Tregua. De hecho hay un par de pistas más, pero esa es la más interesante.

Mi vida ha sido como una farsa
Mi arte ha consistido
En que esta no se notara demasiado
He sido como un levitador en la vejez
El brillo marrón de los azulejos
Jamás se separó de mi piel
M.B.


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