miércoles, 23 de marzo de 2011

En honor a Brian Jacques (1939 – 2011)


Aunque no tengo nada que se pueda considerar un recuerdo preciso, sé que de niño leía. Sé que lei Momo, creo que no terminé La Historia sin Fin, un libro sobre dragónes con ilustraciónes que incendiaban mi imaginación y conocía tan bien que sabía qué páginas saltarme (no por miedo o aburrimiento, por que representaban caballeros matando dragones, lo cual me parecía trágico, horrible) y sobre todo una gran cantidad de libros sobre dinosaurios (siempre con ilustraciónes). Mas no era algo sorprendente, no era ningún lector empedernido, eso comenzó cuando me fui a vivir a Texas. Entré en sexto de primaria a un escuela Montessori , lo cual significa que no había puertas y que enmedio de los salónes había una bibloteca con alfombras y cojines para leer comodamente en el piso. Yo venía de una escuela marista donde la biblioteca tenía llave, donde sólo entraba con todo mi salón porque era la 'hora' de ir a la biblioteca y que sólo recuerdo los grandes libros de historias que ya conocía, como Blanca Nieves, pero en quince páginas, ilustraciónes que cubrían toda la hoja y muy poco texto. Si algo me impresionó de ellos era que los alumnos de sexto (¿quién más si no ellos?) le habían dibujado enormes penes erectos a todos los personajes que aparecían ilustrados.
Aparte de la hermosa y libre biblioteca, también conté con mi primer amigo lector: Michael. El primer amigo que me contagió un deseo por la lectura, por tener esa mirada de estar en otra realidad, por hablar con tanta emoción sobre una masa de tinta y papel. Fue gracias a él que conocí la obra de Brian Jacques (en ese entonces nunca hubiera usado la palabra obra, sí las historias). Redwall me introdujo de golpe a la primer universo ficticio que visité. Un mundo diferente al mío, con su propio lenguaje, mitos y geografía, al alcanze de mi imaginación. En la biblioteca de la escuela tenían varios de los libros de Jacques, comenzé a leer el que mi amigo Michael me indicó seguía en la historia del universo de Redwall. Yo quería leerlos todos inmediatamente, para compensar miraba las portadas de cada libro, buscaba detalles y trataba de imaginar qué tipo de aventura llevarían a cabo los personajes retratados. Que pudiera sacárlos en préstamo de la biblioteca no me bastaba y comenzé a comprar los libros, a coleccionar.

El mundo de Redwall es un tierra de una geografía variada e ilimitada, de bosques interminables y mares insondables. Los seres que habitan la tierra de Redwall son las criaturas que uno encontraría en tierras británicas: ratones, ratas, hurones, zorros, topos, liebres, todo tipo de aves y peces y demás roedores y pequeños mamíferos del bosque. Recuerdo que en un libro se menciona a un lobo como un ser casi mitológico, que habita las lejanísimas tierras congeladas del norte. La cultura, para una descripción rápida, es medieval, una cultura similar al mundo de Arturo, de castillos, de madera, de canciónes y grandes salónes donde habitantes comparten enormes y sabrosas cantidades de comida.
La lectura de los libros de Jacques causó en mi cierta producción creativa (si no es que también plagios). A veces calcaba alguna ilustración que tenía hipnotizado, luego le agregaba cosas a los seres copiados (espadas, botas, etc.) y finalmente, la mayoría de las veces imaginando que yo era ellos, les creaba aventuras. Tengo dos recuerdo muy vívidos sobre eso: un mapa que hice de un terreno con bosques y llanuras y planicies donde vivían grupos (tal vez usé la palabra clanes o pueblos) de animales (zorros, conejos, cuervos y demás) que estaban en guerra, aunque nunca llegué imaginar que unos aniquilaran a otros, sólo me gustaba marcar en mi mapa dónde ocurrieron batallas y quién era aliado de quién. Todavía tengo el mapa en algún lugar.
La otra creación quedó incompleta. Michael, otros amigos y yo decidimos escribir e ilustrar una historia (una novela, supongo que era la meta) que ocurre en el mundo de Redwall. Recuerdo el dibujo de una carroza en la que viajaba el malo de la historia, rodeado de algunos maleantes de su ejército y que le pusimos Arreug al malo. Me preguntaron cómo se decía guerra en español y luego volteamos la palabra para nombrar al malo (quiero escribir antagonista para no repetir la palabra malo, pero en ese encontes no conocía tal palabra). No terminamos el proyecto porque un día escribimos parte de la historia cuando uno de los miembros del grupo no estaba presente (Andrew, creo) y cuando se enteró armó un desmadre, acusándonos de traición. Tal vez exageraba, tal vez sí lo traicionamos por ser malo para inventar historias.

En los libros de Redwall siempre hay poemas, canciónes y recetas de cocina. Por lo general siempre me daban algo de flojera los poemas y las canciones, en especial si eran muy largos, pero el primer poema que memorizé fue uno que era una profecia con la que comenzaba el libro The Outcast of Redwall: When blood of weak meets blood of strong/ reap the whirlwind you have sown...

También le debo mucho a un libro de Brian Jacques que no es parte del mundo de Redwall, una colección de cuentos llamada Seven Strange and Ghostly Tales. Este libro no estaba en la biblioteca de la escuela y tampoco en las librerías. El deseo de leer ese libro me llevó a sacar una credencial en la biblioteca pública más cercana a mi casa (muy cercana, de hecho, unas cuadras) y leerlo entre los escritorios de la biblioteca y mi casa. Puede que haya sido el primer libro de cuentos que leí, no estoy seguro. Todavía recuerdo algunas de las historias, en especial recuerdo que todos me gustaron y que todos me parecían tener un final justo. Dejen explico. En algunos de las novelas de Redwall los malos (antagonistas) me parecían más interesantes que los buenos. Los malos tenían una razón por la cual eran malos, una vida anormal y llena de misterios y los buenos eran buenos porque sí. En algunos libros. Y por lo tanto me parecía que los malos merecían lograr sus objetivos. Con los cuentos no tuve ese sentimiento, había justicia. Por ejemplo, el personaje de una chica que aparentaba ser buena, que era voluntaria en un asilo de ancianos y se lo aplaudían, pero ella se aprovechaba de los viejos y les robaba sus pertenencias, un día le roba a una vieja uno de esos huevos rusos cuyo nombre preciso no recuerdo. La joya resulta ser un suerte de huevo de Pandora que catapulta a la ladrona a una pesadilla fantasmagórica. Justo, me pareció, recibió castigo por sus crímenes.

De vez en cuando recuerdo alguna escena de los libros de Redwall. El otro día pensé en el autor y, recordando que siempre había sido la imagen de un hombre viejo la que aparecía en sus libros, imaginé lo peor. No me gusta haber estado en lo corrrecto. No tengo manera de medir mi deuda a Brian Jacques. ¿Qué tan diferente sería hoy al no haber descubierto sus libros? No me parece exagerado sugerir que mis nocines de moral, de justicia, de crueldad y de compasión fueron definidos por las palabras de Brian Jacques.

La portada del libro que estaba en la biblioteca.


No había buscado su nombre en youtube. Encontré este video en el que queda claro que era hombre muy agradable.


La calidad de esta caricatura no es la mejor. Igual me parece interesante y curiosa y me trae buenos recuerdos.

No sé si releer los libros de Brian Jacques. Podría ser una experiencia agradable o desastroza. La última vez que leí libros del mundo de Redwall fue a comienzo de la prepa (¿o finales de la secundaria?) cuando me enfermé de gripa y, sin poder levantarme de la cama, leí una de las novelas en uno o dos días. Lo disfruté mucho. Aún no sé si sea buena idea. Tal vez necesito tiempo para agarrar coraje.

2 comentarios:

nigelwiththechees dijo...

Muy buen post.
:)
Pa leer se necesita tiempo; hacerse de tiempo, me parece.

Lady Stardust dijo...

Sinceramente y dicho de la manera más admirada posible, está maravillosa tu entrada. Ya me dieron ganas de leer a Jacques.

 
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